viernes, 8 de mayo de 2015

Nueve

Uno de nueve

Te entregabas a la cumbia por entonces, más por renegado que por tener el ritmo en el cuerpo, te devolvimos al funk donde pertenecías, te vimos moverte como pez en el aceite con los huayños peruanos.

Todo parecía un viaje, un trip extremo, siempre acelerado, siempre dramático. Te sacudimos en las gradas buscando una emoción, te sacudieron después los celos; las palabras, verdes y burbujeantes salieron destrozándote la boca. Te tomó tiempo regenerar el par de pétalos que tenías por labios, mientras sucedía, se agitaban al sol otros gérmenes buscando emerger y abrirse en tu piel. Le dimos humedad al sembradío.

San Pedro, Landaeta, Plaza El Cóndor, si las calles hablaran dirían no me asfaltes, poco les importamos nosotros, inmersos como estuvimos en el simulacro del amor.

Nueve de nueve


El rock n roll, inicio y fin, nos unía una cinta de cassette, un compilado Liverpool, una rareza de La Máquina, unas  notas robadas en Sucre.

Nos separaban las cosas que no dije en 10 años y las que no hiciste en ese mismo tiempo, el mundo se entendía apenas como una discreta banda sonora, flotamos entre esferas de gelatina y queso, la realidad que todo lo derrite nos puso a caminar sobre agua hirviente.

Ir y venir(se), caminar y encontrar(se), no había fin, y no lo hubo, no fue amor porque faltó el manual, no fue boda porque no concebí el futuro.

Centro y Villa, umbral y ventana, todos los rincones, todas las contorsiones, todo lo recorrimos, pero el mundo no es tan grande y se agota, la cinta se rompe, el sonido se opaca.
Cuando me extraño a mí misma te canto, pero la banda sonora de la vida hoy es más fuerte, no hay manera de rebobinar.

Seis de nueve


Sonreías como un  animalillo en la oscuridad, un cascabeleo ronco con eco de caverna. Me atemorizaban tus ojos de largas sombras, tu piel gris,  mate y tibia. Siempre vibrabas.

Te conmovía la cruz y te sacudía una historia rocambolesca de genes y arcones familiares, te perseguían la muerte y la vida que acababas de dar. Un arpón escapado de entre mis costillas o una flecha nacida en mi dedo meñique nos habían puesto tan cerca.

La atmósfera nacía entre tus dientes, siempre cálida oscura y envolvente, siempre tan lluvioso tú, siempre tan brumoso.

Movías las piedras al mirarlas, moldeabas el acero. La barbilla afilada y la barba suave, cierto aire de guerrero moro, las puntas de tus dedos, esferas, proyectiles, me sacudías  como a las piedras.
Te di un beso en el foyer del cine, fuimos el film.
Corrimos cuesta arriba, contamos las luces, unimos las gotas de rocío, bebimos la niebla, esperaste.
Esperé, una ráfaga antimotines me paralizó la cintura. Los guijarros bajo nuestra sombra intentaban una canción vieja,  la repetían con esfuerzo, nos congelamos  frente a un abismo de luces, a tus pies la vorágine; a tus cabellos, la escarcha.

Susurraste un bolero a medianoche, abrí los ojos y las sombras largas fueron mías. Me eché a correr.

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