miércoles, 18 de diciembre de 2013

La elegancia de la cicatriz


Miremos sus manos, su abdomen, sus pies, en medio del camino que trazan sus ojos entre estos dos extremos está todo su cuerpo en el que posiblemente tenga cicatrices, la primera de todas: el ombligo.Si no hay un espejo cerca podemos intentar recordar su rostro, y tal vez allí también tenga algunas, varicela tal vez.

¿Le da varicela a las ciudades?


Las ciudades sufren “crecimiento” y así, como púberes humanos sus cuerpos se elongan y aparecen  formas, palpitaciones y reacciones desconocidas, ¿en qué momento sucede? Difícil de definir, alguien dirá cifras: 100.000 habitantes (cita requerida*), alguien dirá densidades, otros calidad urbana.  Nunca he podido definirlo, cuando conocí a mi ciudad andaba en ello, y probablemente le tome algunos años más. Confío que loco como está todo, este desarrollo lo haga  a su manera y abandone a los héroes de su infancia pero tal vez soy demasiado optimista.

Has sido una ciudad traviesa, ¿who´s your daddy?

Muchos modelos y pocos padres, quisiera echarle la culpa a Don Alonso o a don Emilio, pero más bien has sido una ciudad que “se hizo a sí misma”. Te han avergonzado las humedades que te han dado vida, has sido una niña mojigata. Haz jugado con tranvías y trenes. Te han dejado y te han tatuado sus senderos, han recorrido tu piel y han descubierto y propiciado el despertar de tus sentidos.
¿Qué cicatrices nos quedan?
De vez en cuando alzamos la mirada sin comprender, por allí unos carretes de porcelana sin uso, unos soportes de metal forjado, las cicatrices de la elegante llegada de la electricidad, un lujo y un alegría que dejó sin trabajo a los guardianes que encendían y apagaban lámparas de aceite .
La electricidad ya no te parece elegante, pasa rauda, indiferente entre las calles, enredando todo, cortando fotos, cúpulas y obeliscos. Corte de luz. Brillando intermitente 24 horas en alguna esquina, vistiéndose de rojo amarillo y verde en un intento no patriótico, si no racional de orden, sin éxito desde luego, es parte de la adolescencia, tranquila… cuando seas grande…
La electricidad, ahora te gusta decir que hay que ahorrarla, la incandescencia te parece un desperdicio que debe reservarse a las fiestas de diciembre. Es un arranque de snobismo no más, en el fondo te gusta derrochar y lo sabes. Es un arranque de "salvemos al mundo de mí misma", es un poco la culpa de crecer. De tener que tener una opinión, no poder repetir el discurso de tu padre, que no existe, de tu madre, que no conocemos, si no las tendencias, lo que dicen los amiguitos mayores o de tu misma edad, la revista, el catálogo de mobiliario urbano,veremos si  progresas en ello querida y te comprometes de verdad.
¿Dejarás la ducha la secadora, la plancha, la lavadora, la frazada eléctrica, el video juego, la PC, los sistemas de banco, el equipo de diálisis, la ducha?… dirás que harás uso “racional”. Dirás porque te gusta  exclamar, afirmar, gritar, ser contundente en tus declaraciones.
Digamos lo que sea, mientras tanto entre tus calles, seguirán las cicatrices, los faroles, los cables que ya no se usan, la corriente 110, la nostalgia al fin, de algo que amaste pero que al fin se volvió una necesidad y no un placer.
Los placeres pueden dejar cicatrices sí, y las cicatrices nos obligan a olvidar otros, arañar tu pierna por ejemplo, ya no es posible porque la cicatriz dice que no.
La cicatriz del tranvía, del tren, ahora del gas, del agua que corre debajo, de tus venas inyectadas, de tus cerros mutilados, la cicatriz, en fin, de ti misma que ya no serás, que eres. La acupuntura, el pilotaje, el muro de contención, la cortina drenante,  el paisajismo naiv que es tu peinado de niña, colitas que serán dos trenzas, los implantes.
Ya te quiero ver cuando crezcas, ciudad niña, obnubilada por ser grande, ya te quisiera ver,  aunque no pueda, porque tus tiempos no son los míos. 
Corre loca loca, ponte los implantes, píntate la cara, desoye a los otros, araña los límites, tambalea... ... expándete y contráete, resbala, entrégate, vive, hazlo todo pero déjate la cicatriz.

Hazlo todo como yo no tengo valor de hacer y como fracaso al intentar escribir de tí : ciudad, porque aunque prometo no hacerlo, inevitablemente hablo de mí , mirando no en mi ombligo, si no debajo, donde empieza mi propia cicatriz.




Con la mente en esto escuchemos Tu cicatriz en mí
(*evidentemente requiero no una, si no varias citas)


lunes, 11 de noviembre de 2013

Déjà vu , déjà oublié. Olvidando las ciudades que no hemos vivido.

Armando Silva llamó ciudades imaginadas a su estudio sobre los imaginarios urbanos en ciudades iberoamericanas. Antes de leer la serie y dispersa como soy, el título nada más  me llevó a recordar y ficcionar sobre miles de cosas. Volví un poco en el tiempo y recordé mis especulaciones sobre las ciudades que no había conocido, mis cartas de amor desde ciudades que imaginaba para ti y mis decisiones irracionalmente tomadas en/de y sobre la vida de las cuales tontamente me enorgullezco.

Támesis

Los ríos me habían causado fascinación desde siempre, nunca pude entender como una ciudad podía negar su origen, creo que ahora lo entiendo y no me agrada. Fascinada por las ciudades y sus ríos y digna fanática de la british invation, me lancé a escribirte una carta desde una imaginaria Londres hace unos 10 años, no elegí Liverpool porque las ideas de puerto que tenía no me resultaban del todo atractivas y en cambio la Londres de mi mente tenía más íconos texturas y recuerdos que concordaban extrañamente con lo que quería imaginar .
Ilustrada con una hoja seca tomada de mi camino diario por Miraflores tomé la página en blanco, un grafo 0.1, me apoyé melancólicamente en la baranda del Támesis, y comencé a escribirte, me agradaba el sonido del nombre, sabía que la pronunciación inglesa sería diferente y  se me antojó pensar que sería más fluvial, mas líquida. Lo fue, Thames sonaba un poco como una ola. Escribí sobre el Big Ben y pensé que London era un poco el repicar de la torre: Lon-Don, Lon-don, lon,don y se hacía de noche.
Te escribí  desde la baranda pensando en  Westminster Abbey, apoyada en el fierro forjado en una postura poco natural porque posaba para ti y quería capturar cierto aire inglés que más bien era bruma, te imaginé donde no estabas y te llevé a pasear por lugares comunes en una doble evasión a tu presencia.
 Te escribí desde donde podía tomarte de la mano, mientras imaginaba que respiraba en otra ciudad y desde allí, desde la niebla, te extrañaba.

París

Desperté soñando que volvía a París, nunca había estado en París, debía volver a París. O al menos eso creí esa mañana, y te extrañé de nuevo, y te extrañé de verdad, porque ahora no estabas ni en la Londres de mi mente, ni a un estirar de brazo de distancia.
Pensé que no conocía París, no podía imaginar la Seine, ni un paseo en bateaux-mouche, la idea de un río como un ente femenino me resultaba extraña, amaba los ríos y mi romance con ellos era posible en mi mente cuando eran ellos, un romance sáfico no era atractivo para mí en ese momento.
Pensé que debía ser más fácil, conocer el idioma de un lugar debía acercarte a él, pero tal vez era lo opuesto, no tal vez, era así, porque cuanto más conocía mas difícil me era simplificar, no podía tejer París no podía reducirla, se mezclaban en mi cabeza el barrio latino, las lecturas educativas de Promenades dans Paris, las escenas de París Je t’aime, los recuerdos de viaje de los amigos, las descripciones de las novelas del siglo pasado y el mapa de París de los años 40; las noticias en los barrios de inmigrantes, las canciones, los exámenes, Notre Damme, el TGV. Todo a grande vitesse.
Cuanta más información tenía, más difícil me era armar el escenario, me quedé al fin con la idea de un corto, La vieille damme et les pigeons. Me refugié en una historia en dibujo porque no soporté mi incapacidad para armar una ciudad en mi mente o no soporté la idea de que de verdad no estabas. No te escribí nada.
Ya no quise volver a París.

La Paz



Más verde, menos verde. Los recuerdos de mis doce años robando flores por los jardines vecinos, en columpio gritando groserías cada vez que cruzábamos miradas, el colegio a diez metros de distancia, la iglesia a veinticinco, las flores, el jardín; las flores, mi abuela; las flores, el camino secreto; las flores, mi delantal roto; las flores, las gradas, mi primer beso negado, las flores. Mis padres de la mano.Las flores.
Un paseo veloz por los viejos jardines que ya no están, por la casa del jardín secreto que salió en esa película, el fantasma de los jardines que se van, mis padres caminando de espaldas a mí mientras los sigo lentamente, nuestros  ritmos son diferentes.
La ciudad ya no es mía y debo construir otra, otra con jardines donde estés a una distancia razonable de distancia, donde hayan atardeceres rosa y serranías de cacao, de café con leche, de ladrillo, de niños que roban flores, de calles empedradas y abuelas que cultivan rosas.
Extraño La Paz como te extrañaba en Londres, porque está al alcance de mis manos pero tengo la certeza de que no es para siempre. No puedo imaginar la ciudad como no puedo imaginar París, me excede. Cualquier párrafo o más bien todos los párrafos que pudieran escribirse me parecen insuficientes, sesgados, finalmente miserables frente a todo lo que sé, lo que no sé y lo que con certeza no voy a saber de este pedazo de mundo.
La historia, el censo, la ciudad, las dos ciudades, las tres ciudades, la plaza de toros, mi tesis, el pavimento, el estudio Técnico Económico Social y Ambiental, las flores, las aves, los parásitos, los ríos, las corrientes, las piedras esculpidas por el agua.


Esta ciudad me ha invadido y me sobrecoge.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Fotografiando la Memoria.

Mini entrada para invitarlos a participar de Wiki Loves Monuments Bolivia.
Un concurso de fotografía de monumentos que se realiza por primera vez en Bolivia.
¿qués es?
¿de qué se trata?
¿qué ganamos con ello?

Eso y mas en el sitio del concurso wlm.wikimedia.org.bo aquí


martes, 13 de agosto de 2013

Ser paceño, esa migración permanente.*

Aprovechando el paro del transporte fui caminando rumbo al trabajo y se me ocurrió compartir este artículo.

La Paz es un viaje permanente. Despertó un día, derritió las cumbres, decidió ser viaje. Creó ríos que, trenzándose, abandonaron la cima y esculpieron la cabecera del valle; ríos que interminablemente acabaron en el Amazonas. Fundada y trasladada, tres días después, cuando se la pensó ciudad, el espíritu migrante insufló a La Paz. La consigna: moverse. Loca por moverse como está, La Paz te abraza con sus brazos de montaña, te sopla viento helado en la cara, te quema el rostro, te arranca los ciruelos del árbol con un granizo y, con esa misma fuerza, se sacude un pedazo del mapa al levantarse una mañana. Sí, ser paceño no es decisión sencilla.

 Paceños de 0 a 3000 msnm

 La gente enamorada de la imagen de la ciudad, de su singularidad, de la postal que se completa con imaginación, es gente un poco romántica, un poco pesimista. Son los paceños honorarios, son los que están “maravillados” con una ciudad que funciona reflejando lo que uno quiera ver. Paceños como estos, uno los puede encontrar en charlas en otras ciudades del mundo, escribiendo libros, blogs y compartiendo fotos compulsivamente en la red; con la ciudad nacieron los cronistas boquiabiertos. La Paz apurada como está no parece percatarse de que la dejan, la abandonan. La historia de la ciudad es el viaje de toda ciudad de paso y descanso, es la historia de una urbe que facilita el comercio. Amor a la ciudad existe, aunque la mitad del objeto de ese amor sea una fantasía.

 Paceños de 3000 a 3300 msnm 

En esta categoría están los paceños nostálgicos que, con aires de Alonso de Mendoza, buscan el valle de La Paz. Son los que se retiran al Sur y que, protegidos por las montañas rojas del Mallasa, no se deciden del todo a desligarse de la vida urbana ya que recorren largas horas de viaje, yendo del centro magnético al valle que siempre se escapa. Antes, comprometidos con lo público, viajaban por ocio y baile a Río Abajo y Ballivián. Hoy, desligados del compromiso político, viven una relación de amor-odio con el centro. Pertenecen, y no, al viejo Sur que ha sido invadido por los edificios multifamiliares. Obrajes, Calacoto y Río Abajo dejan de ser ese sueño verde que, como el silencio, nombrándolo se agota. La promesa que convirtió Saillamilla en Villa Ingavi y Obrajes sigue ganando adeptos. La consigna de la ciudad sigue siendo una: moverse. Y el Sur, como los ríos que aún corren a la vista de todos, y así irónico como suena, se ha movido. ¿Habrá alguien que recuerde que, dos siglos atrás, La Paz signaba como zona Sur a la zona de San Pedro?

Paceños de 3300 a 3600 msnm

 Paceños apurados y apiñados, viajando al centro, viviendo y trabajando en el centro, paceños con trajes de sastre y almuerzos apurados, ligados a la función pública, subiendo y bajando calles empinadas de comanche y asfalto. Ellos, los paceños de a diario, conviven con la historia pero sin darle mucha importancia; la casona de hoy será el negocio de pollos de mañana. Palacio de Gobierno y Poder legislativo, para ellos, son como un fantasma, como una realidad tácitamente aceptada. Pelean por el transporte en las noches y renuncian al almuerzo familiar. Ser paceño en el centro es evadirse otro poco y, en oficinas públicas o privadas, es incluso olvidarse de ver por la ventana. Miniaturizando cada vez más los boliches, cafés, casas y negocios, el centro se ha vuelto estrecho para el trabajo y el ocio. Esta estrechez de paredes también hace estrechar las ambiciones de quienes las habitan. Frente a la cordillera circundante, y la cadena de grandes alturas edificadas, una resignación preocupante y un aire de insignificancia caracteriza al funcionario público paceño, un personaje cuyo hábitat, antes que La Paz, es la oficina. Las idas y venidas del paceño del centro, nacido en cualquier lugar de Bolivia pero que trabaja y vive en La Paz, se limitarán a una rutina de ida y vuelta a casa, sea esta la ladera, sea Sopocachi o el fin de semana en la tierra natal. Su vida la marca el ritmo de los dedos en el teclado, de las bocinas, de las quejas del clima y el sello de los trámites. Perdido como está en los quehaceres y en los papeles que hablan de la ciudad y su planificación infructuosa, puede que haya renunciado a ella; una ciudad que se mueve, y cuyo perfil es una sinuosidad, no siempre se deja abstraer en planos y planes.

Paceños de 3600 a 4000 msnm

Al ritmo del baile y de los gritos del mercado, paceños y paceñas han ido conquistando los límites naturales de la ciudad, se han establecido sobre las montañas. Si la ciudad se mueve, desde aquí diremos que lo hace al ritmo de baile, del tintinear de monedas, del arrugar y llenar bolsa de plástico; lo hace al ritmo del comercio y de pasos rápidos con carga de mercadería que llega de la China o de los municipios vecinos, y, es que, el comercio de artículos pequeños o grandes ha forjado la ciudad y lo hace aún, al menos en el Oeste con negocios ritos y relaciones de poder cambiantes. Quien tiene la mercadería tiene el poder y no duda en hacértelo saber con un: “¿Vas a comprar o no?” El color se ha deslizado desde estos extremos y ha invadido con poca discreción toda la ciudad, se hace uso y abuso de vidrio reflejante, de brillo, de molduras y de accesorios y detalles de aluminio, de figuras escalonadas; así como se viste el paceño para un baile ha vestido sus edificios. Son paceños que contemplan la ciudad desde la ventana, desde el minibús. La ciudad se muestra, cada día, desnuda e indefensa a sus ojos y lo hace no como atracción turística ni como rareza sino como sueño alcanzado, como cotidianeidad cambiante.

Ser paceños de 0 a 4000 msnm 

Ser paceño es una decisión complicada y sin garantía de permanencia; una decisión a veces precaria, que tiembla con la ciudad cada vez que alguien la deja vacilante. Una decisión que se toma tras migrar del cómodo o improvisado hogar que la ciudad te da, mudándose de barrio en barrio. Ser paceño es visitar La Paz, dejando de lado la mirada exotizante, es dejar La Paz,y decidir volver .
 Ser paceño es una decisión que muchos hemos dejado de tomar, ciegos y encerrados en el gueto. Ser paceño es decidir vivir en viaje, retomar el espacio público, ampliar la mirada. Es viajar de 3000 a 4000 msnm, ya sea subiendo gradas, bailando o desde la comodidad de un 4x4.
 Hemos dejado de soñar La Paz creyendo que, imponente como es, sacudiéndonos de su espalda seguirá existiendo.

* Publicado originalmente el 16 de julio en La Razón, pueden verlo aquí . 
Esta edición es obra de un librero loco quien me recomendó que siga participando.

lunes, 3 de junio de 2013

COMPARTIENDO MEMORIA, HACIENDO HISTORIA


Este sábado 8 de junio en La Paz se realizará la primera Editatón GLAM (1) en Bolivia, el encuentro busca promover la creación, ampliación, y  mejoras en los artículos existentes sobre el Centro Cultural Museo San Francisco(2), las obras  y los artistas relacionados con ellas.

Esta iniciativa coordinada entre el grupo de usuarios de Wikipedia en Bolivia y el Centro Cultural MSF, es pionera en el país y con suerte sólo la primera de muchas que tienen como objetivo generar más contenidos sobre nuestro país y ampliar la comunidad de editores de Wikipedia en Bolivia, wikipedistas.

 
¿No sabías que Wikipedia la escribimos todos?, pues sí, Wikipedia es la enciclopedia libre mas grande del mundo y es un esfuerzo colaborativo para compartir conocimiento. Puedes empezar a editar cuando quieras, tal vez ahora te dieron aganas de conocer los pilares que sostienes wikipedia, pues clic aquí.

Anímate a ser parte de esta experiencia que incluirá una oportunidad única de visitar el museo como nunca lo has hecho, con cámara en mano y en pos de información que no sólo conocerás  sino que podrás compartir con el mundo.