jueves, 12 de abril de 2007

CARTA AL FUTURO ARQUITECTO


“Tus problemas académicos son nimiedades frente a lo que tendrás que lidiar en tu vida profesional. Si tu ley es la del mínimo esfuerzo declárate ahora burócrata o súbete al tren de algún partido político, pero deja de denigrar la arquitectura, como lo han hecho ya varias generaciones.”





“Hace poco leí una sentencia terrible: L. E. Boullé, el gran utópico del siglo XIX, sostenía que “Dios castiga a los pueblos haciendo desaparecer a sus arquitectos”. La cita me recordó con perversidad a nuestra ciudad de La Paz, a su falta de arquitectura y a sus escasos arquitectos de verdad. Como no soporto tan dócilmente esta realidad, me permito escribirte a íi, joven e iluso estudiante de la carrera, sobre las cualidades que debes cultivar para sobrellevar el oficio de la Arquitectura, esa ocupación que, como ya sientes, es tan hermosa como ingrata y tan deseada como esquiva.
Mi encuentro con el oficio de la arquitectura ha sido un recorrido largo, solitario y muy complejo, ya sea por mis propias limitaciones iniciales, por la incapacidad de mis docentes o por la mezquindad del medio o de los consagrados que conocí en el gremio. Por esta experiencia, no quiero reservarme pequeño secretos y te escribo esta breve reflexión para que conserves intacto tu espíritu, porque el oficio de la arquitectura te consumirá insaciablemente. No pretendo escribirte del como hacer arquitectura, porque eso es para los que se creen docentes.

Solamente te revelaré algunas claves para aguantar a la más bella e ingrata de las artes.
Lo primero y más importante es tener creatividad, es poseer esa facultad innata que te hace diferente a los demás y te convierte en un transformador positivo y lúdico de lo que te rodea. No soy un arquitecto embaucador que cree en la “democracia morbosa” de innumerables masas de creadores. Soy más bien de los pocos que sostienen que la belleza es absoluta y no relativa, y aunque tiene múltiples expresiones, ésta es incuestionable para cualquier raza y para cualquier época. Debes aceptar que la creatividad no la aprendes y, sólo si la tienes, la desarrollas.

Para ello, te aconsejo la llamada doble contemplación. Por un lado debes reconocerte a ti mismo, saber quién eres con una genuina contemplación interna. Esta capacidad autocontemplativa no es una receta de un libro de autoayuda, es el reconocimiento del artista que llevas dentro, ya sea como un saenziano perdido o como una beata mojigata. Reconocerte te ayudará a no vivir para lo externo o para la fachada, te ayudará además a encontrar esa línea que partiendo de tus entrañas encontrará su expresión externa. Si miras con esa sensibilidad la ciudad que nos rodea. Sentirás muy claramente el castigo divino y percibirás que las obras no nacieron de ese interior y que sólo son muestras de una figuración externa e inmediata que hace que nazcan muertas, sin espíritu interior, en suma, sin arquitecto.
La segunda contemplación es la externa, aquella que te ayuda a ubicarte en un mundo natural y social. Pero ésta, a diferencia del “análisis del entorno”, o de la mirada de la revista de moda, o de la fijación babosa a la pantalla del ordenador, es una mirada sensible que reconoce sin ambages el destino de nuestras obras y nuestra responsabilidad en este sitio y en este tiempo; es aquella contemplación que recoge el espíritu del lugar, que se funde en él y es capaz de motivar un gesto arquitectónico como tributo de un mortal entre el cielo y la tierra.

Lo segundo es tener pasión, aquella desmesurada vehemencia que le mueve a Jean Nouvel a afirmar que “por mi arquitectura, yo mato”.No conozco buen arquitecto que no sea un apasionado despiadado de su obra. La arquitectura no es oficio de timoratos ni de pusilánimes. Por ello, debes desarrollar una afición vehemente a tu trabajo y a tus ideas; debes estar siempre por encima de tus docentes y tus referentes; debes enjugar la baba por los arquitectos del exterior y empezar tu propia carrera con un ánimo alborotado que te haga trabajar el doble de las exigencias y te impulse mas allá de los límites de la propia arquitectura. Sé por experiencia propias que encuentras más pasión en textos de los literatos y los artistas que de los mismos arquitectos; y esto sucede, porque nos consume el temor de los desapasionados que no pueden expresar libremente sus ideas sobre el arte y la belleza.

Por último, debes tener un carácter indomable, de una firmeza y una energía inagotables porque la arquitectura es arte de viejos .Para llegar a la edad requerida debes superar infinidad de sinsabores y rechazos. En un medio donde los arquitectos hemos desprestigiado el oficio, necesitas más reservas de insistencia que nunca. Recuerdo la película Carácter del holandés Van Diem. En ella, el protagonista debía superar los infinitos problemas que le imponía su padre, un verdadero hijo de puta. Al final el viejo infeliz es asesinado por el hijo. Pero, y aquí va el mensaje de la película, el viejo se va con una sonrisa de satisfacción al reconocer que el vástago era tan capaz de llevar adelante sus cosas que podía cargarse a su mismísimo progenitor .Eso es tener carácter.

Tus problemas académicos son nimiedades frente a lo que tendrás que lidiar en tu vida profesional. Si tu ley es la del mínimo esfuerzo declárate ahora burócrata o súbete al tren de algún partido político, pero deja de denigrar la arquitectura, como lo han hecho ya varias generaciones.


De ti depende que los dioses nos perdonen…”




Tomado de “La Paz ha muerto”
Carlos Villagómez Paredes
Plural editores y Colegio Departamental de Arquitectos de La Paz
Junio de 2004

2 comentarios:

Arq-angel dijo...

te quedó super ... sería que lo difundas pes....

Anónimo dijo...

Hello. And Bye.