miércoles, 7 de diciembre de 2016



Ucronía agónica.

Me doblo para ajustarme las sandalias, primero las sandalias, luego el resto de la ropa, pienso; ya es tarde para la fiesta, al incorporarme veo la cicatriz, una de ellas. La veo, digo, pero no es completamente sincero, veo el reflejo en el espejo.
Tendría 12 años ahora, la edad en que cambié de casa la primera vez, ojos miel posiblemente, nariz pequeña y muchas pecas, piel, no sé qué color de piel, cabello lacio, supongo; castaño si dominaban mis genes, negro si los suyos, no sé cómo le habríamos llamado, por ahora no lo llamo, cuando pienso en quien no llegó a ser se dibuja una palabra en mi cabeza y simultáneamente se oye mi voz como alter ego, diciéndola bajito, no mi voz del todo, el recuerdo de mi voz, el recuerdo de mi voz de hace 12 años.
Pensé que tendrías ojos miel, no lo pensé mucho, tampoco, no sé si abriste los ojos alguna vez, por eso los nombro en ausencia de una imagen tuya, ah, te estoy hablando de nuevo, como si hubieras oído antes  mi voz, como si hubieran existido mis palabras para ti.
Todas las posibilidades enterradas y deslizadas al este de este intento de ciudad, todas esas posibilidades se habrán ido, en una volqueta, en dos; los huesos, como migajas de existencia se habrán desperdigado, de ti: una ramita de hierba, unos terroncitos, como una semilla infértil te habrás entregado hace tanto a la tierra, como una pequeña nuez, una nuez con un par de ojitos de miel, los ojitos cerrados, no te habrás asustado, dime que no, que ya te habías hecho invisible, que no te asustó la luz que nunca antes viste.
Así invisible, como siempre has sido para mí, habrás viajado, te habrás dejado ir, habrás abrazado otras vidas, otros huesos, otras semillas dormidas, de otros tiempos y de otras profundidades.
Tú, apenas cubierto, casi en la superficie, la hierba salvaje habrá sido tu mantita, habrás jugado enredándote tal vez, entre las raíces de pasto salvaje, fresco y acariciado por las lluvias de diciembre habrás dormido alguna noche, todas habrán sido noches; en junio, el sol habrá rendido a la hierba, debiste extrañar las lágrimas que la tierra entibiaba para tí, habrás compadecido las que cubrían a tus vecinos; perfumado de polvo de flores ajenas,  floreciendo tal vez en un arbustito de tarhui; le habrás dado antes de irte, tus manitos a una flor violeta, habrán volado tus sueños de nuez en las semillas de un diente de león, tus pestañas habrán sido una retama abriéndose. Algún insecto te habrá hecho cosquillas, en tus deditos de flor alguna mariposa habrá hecho su capullo, sobre tu manta de chi’iji habrán saltado parejas de pajaritos color saquillo, buscando semillitas, te habrán hecho cosquillas con sus patitas, habrás querido reír o alzar tus manitas.
Yo te hubiera cantado, para dormir, un viejo rock n roll, una fantasía de jovencita snob, ha sido mejor así, la tierra con su vientre infinito te ha debido bastar para renacer en otras vidas, en otros sueños, cansado de jugar bajo la manta te habrás entregado, la tierra te ha debido abrazar y sumergir en sí para que puedas abrir los ojos, en forma de vainita de tarhui, en forma de manzanilla, para dormir te habrá cantado primero en aymara, luego en quechua, un canto mineral, un canto acuoso, un canto que conocen los insectos, se habrá mecido para ti la tierra, te habrá susurrado, siseado, silbado, rugido, te habrá mostrado el bailecito del viento que amenazaba llevarse su mantita. Sumergido, dormido, la tierra te habrá llorado feliz y triste, sobria y borracha,  en esas lágrimas te habrás evaporado un poco, te habrás hecho clorofila y habrás subido a volverte un trébol, una quirquiña. O habrá subido tu humedad sólo a llover, a elevarse para sentir la ciudad que nunca viste, la ciudad que desde abajo, desde las rocas te ha llamado a ser ella misma.

Te habrá dejado ser otras vidas la tierra…te habrá dejado ser su piel, sus ejércitos diminutos, sus sacudones destructivos, o te habrá elevado hecho musgo. No has debido asustarte cuando tembló todo, no has debido estar siquiera en esa tierra, no te ha debido asustar el lento deslizarse de las vidas urbanas, de sus techos y de sus ladrillos, del asfalto agrietado, bajo las lápidas no han debido haber más que nuestras culpas queriendo abrazar  huesos ausentes, las memorias interrumpidas y las carnes dormidas, hechas polvo, humedad, hormigas ya debieron revivir lejos, las mil vidas de ustedes.
Miro la ventana, y ya no estás, te habrás hundido, habrás volado. No debiste extrañar las flores que no llevé ni las coronas de plástico que no puse sobre la tierra movida, no cruz, no lápida, no fechas, no tienes fecha, ni nombre pronunciado, ni un parpadeo para mí.
Te habrá absorbido al tierra y hecho riachuelo, te habrá abrazado en un espasmo y te habrá llevado al fondo, te habrá diseminado y hecho infinito.
Se ha hecho tarde, y me quito las sandalias, me alisto para dormir, con más entusiasmo que para la fiesta, mando un mensaje, ignoro unas llamadas, repito disculpas, sonrío, lagrimeo, me seco la cara con la manga de la bata, miro la ventana, vuela una bolsa, toda la ciudad resplandece en puntos, no hay noche aquí como tus noches, tus noches que lo contenías todo, hasta tus ganas de luz.
No te has debido asustar.