martes, 12 de agosto de 2014

La casa de Abilio y la torre de Hans

Carlos Villagómez
La Paz tiene futuro en la creatividad de sus individualidades más que en sus colectividades. las instituciones y los grupos fracasaron en el proyecto de edificar una  ciudad y acorde al excepcional sitio natural que la cobija, el mamotreto urbano construido por acciones colectivas, municipales o estatales, así lo confirma. Por ello creo más en los proyectos personales como los que paso a relatar.

Abilio construyó su casa en esta ciudad. Esto no tendría nada de extraordinario si no conocemos el maravilloso lugar por el concebido y edificado. Al borde del río Choqueyapu (río de muladares y cloacas) construyó una casa de madera toda ella: de madera sus pisos, sus paredes, sus muebles, sus objetos y hasta de madera su jabonera en el baño. Con cuanto amor Abilio trabajó, detalló y ensambló la madera para edificar una joya residencial, perdida a orillas de ese río cloaca. Por si esto fuera poco, rodea a la casa un jardín con florales, árboles y patos en un ambiente bucólico en pleno centro paceño. La experiencia de recorrer la casa de Abilio es única, enaltecedora y reconfortante en medio de nuestra basura edificada. Una parte que es una pequeña cabaña a la manera simbólica de Laugier, se desarrolla en la altura del predio y ahí quizás esté el espíritu que cuida la obra; desde ahí se observa el vergel que año a año sigue creciendo y reverdeciendo el sitio. Más abajo ya en un alarde más innovador ha desarrollado un nuevo volumen que no desdice el conjunto en general, más bien lo acompaña, lo sigue  en es el juego sutil de las obras que parecen emerger del sitio, aquellas que sientes íntimamente que siempre han estado ahí, de una manera natural y simple. No es fácil llegar a tal resultado, se requiere ser Abilio, un ser con una mística y una pasión por las cosas bellas, por las cosas simples y trascendentales, por esas pequeñas cosas alas que rindió tributo Serrat y que solo son capaces de realizar los espíritus elevados, aquellos que son, parece, tan escasos en nuestra ciudad.

Hans construyó una torre. También esta experiencia no sería extraordinaria si no nos imaginamos que la torre es una versión urbana de una capilla altiplánica y fue llevada a cabo con una voluntad también mística, de salvaguarda ecológica y rindiendo homenaje a un gran amigo asesinado por los regímenes de facto. La torre es, quizás por ello, el puesto de avanzada de un combate desigual que enfrenta Hans contra una institución policial dispuesta a arrasar y lotear un área verde, según los planes municipales, en la que Hans plató con un desmedido amor por la naturaleza paceña, centenares de árboles de diferentes especies. Con una voluntad férrea, en un trabajo familiar encomiable, Hans plantó, uno a uno sus queridos árboles, los regó y los dotó de un imaginativo sistema de riego que surca la caprichosa formación gredosa de Següencoma. El día que las fuerzas siniestras del uso del suelo “mercanchifle” decidieron avanzar sobre este precario bosque. Hans interpuso la torre de adobe, simbólica y llena de reminiscencias, que repica sus campanas ante cualquier avance depredador sobre los árboles. Recorriendo el bosque no podemos entender hasta dónde puede llegar la estupidez, la ignorancia y el desamor por esta tierra; no podemos comprender el desamor de aquellos que quieren reemplazar un árbol por una horrible pila de ladrillos de seis huecos que dice ser su casa; un mal reemplazo, de naturaleza por construcción, que sale también de un acabeza de seis huecos.

Abilio y Hans son muestras vivas de un amor a la tierra paceña, un amor que les será correspondido por la madre tierra en el momento mágico del retorno.

jueves, 7 de agosto de 2014

La noche de las cráneos rojos, (habíamos decidido no morir).

Cierro la puerta de casa e invariablemente mi mamá sale por la ventana del primer piso y lanza un algo imaginario hacia mí, yo le sonrío siempre y me voy con cuidado de no resbalar en la esquina pulida inacertadamente en un barrio que es casi un resbalín. Sonrío porque mi mamá me lanza un rayo protector, una onda metafísica que no logro entender del todo pero que se traduce en una acción que logro comprender dolorosamente y es la incertidumbre.

Sonrío porque pienso que muy cerca de allí una piedra manzana me abrió la rodilla cuando caí en la calzada. Había salido sonriente, feliz, pero con algo de retraso, caí, como otras veces, pero no caí como las otras veces porque esta vez teñí de rojo el empedrado. Tras caer y caer uno tiene cierta maña, cae con gracia y se levanta triunfante, esta vez no. Doce puntos, drenaje, hospital, rabieta.
Muletas, pastillas,radiografía.Idas y venidas al hospital, aguja, hilo, y médicos de manos frías, caras de urgencia, caras cortadas, piernas cercenadas, suicidas, alcohólicos.
Emergencias que se atienden en dos horas. Consuela el paseo en silla de ruedas, rodé y rodé por jardines y pasillos.

Sonrío frente a la buena fe de mi mamá, porque ridícula como soy siempre pienso en qué irónico sería darme vuelta para recibir el rayo violeta, resbalar en la esquina, partirme la cabeza.

Sonrío porque me abrí la rodilla antes del rayo, y no he vuelto a ver una asalto desde su aparición, no me han robado, no he tenido que huir  de un taxista sospechoso, no me he roto nada y casi siempre he tenido dinero para el taxi a casa y cuando no, he tenido quien me lleve , no he vuelto a dormirme en el minibús y que me lleve de ida y vuelta, no he vuelto a verte con la cara hinchada ni he limpiado tus  heridas sangrantes desde entonces, no te he visto en emergencias desnudo y entubado al amanecer, con los ojos muy abiertos sin entender nada, acusado de suicida y llamdo rata: sangrando, no te has perdido un par de días, no has deambulado esa sonrisa triste por la ciudad de mañana, ni he dejado el trabajo para buscarte y escucharte cantar ritmos del sur. No hemos pasado juntos otro agosto de viento, lágrimas y sábanas revueltas, estoy protegida. (?)

Siempre he creído que mi buen juicio me protege, pero más que otra cosa creo que mi buen juicio protege a la gente al rededor de preocupaciones innecesarias.

He querido creer que inculcarte buen juicio puede protegerte pero es sólo buena fe, como el rayo violeta pero vestido de racionalidad, mi atuendo favorito para afrontar el sinsentido de la vida.

Sonrío porque quisiera decirte no pasa nada, o pasa todo, como el viento. Pero no se puede.
Le sonrío a mamá porque salvando las distancias quiero creer que la entiendo. Entiendo que no se puede cuidar los cráneos de todos, con suerte el propio, que algunos se romperán y otros dejarán de tener algo que proteger dentro en algún momento, que las mentes que acogen se confundirán y se sentirán perdidas en un punto o en muchos puntos. Muchos puntos se coserán sobre las pieles y muchos otros se pondrán al final de las cartas, las cartas estarán echadas, como tú en la camilla del hospital, como yo llenando crucigramas sin poder dormir, como ella sangrando inconsciente, las cartas estarán echadas, como la suerte, a veces sin conciencia. Mientras, alguien ordena que corten la cabeza de éste o de áquel.

No hay rayo que todo lo cubra excepto la incertidumbre, no hay rayo que detenga el tubo, el puño, el puntapié, la piedra, el misil o la quijada de burro, siendo optimista, cosa que no soy, el rayo nos reconfortará ante la impotencia.

Mi airecillo suicida podría hacerme parecer mas vulnerable, tu aliento de ron y singani podría hacerte parecer lo mismo, pero al final será igual, en algún punto, el punto que une las pieles inconexas y aproxima nuestra carne cerrando heridas, saltaremos de nuevo hacia la vida, mientras podamos.

Alguna frase diré, por no quedarme sin decir nada, te diré que te cuides, diré que me cuidaré, pasaré el día dormida y la noche mirando destellos en la copa con forma de cráneo, limpiaré la mesita de luz, te escribiré y me responderás... frases largas muy largas, me recordarás mi frase favorita, una de los cuatro absolutos: Un día a la vez, dirás, hundía a la vez, jugaré. Este día decidamos no morir, esta noche no muramos.





Mientras escribía esto pensaba en un remix de cumbia y en un cuento de Alejo Carpentier hecho canción: Marcha atrás.