Mostrando entradas con la etiqueta la carne y la piedra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta la carne y la piedra. Mostrar todas las entradas

viernes, 8 de mayo de 2015

Arquería.

Cuando por el gran deseo
Soltó la seda de sus caderas,
El fulgor de las joyas de su cinto
Formó una tela transparente.
En vano el amante miró.
En vano se avergonzó ella.
En vano tiró él de la tela
Y ella en vano se cubrió.*


Arcadas no, arquerías, tres arcos de medio punto en una tele empolvada. 

Las escaleras te llevan  de una ciudad a otra, en el descanso: a otro continente, el ojo musical refleja la galaxia en sus iris. 


***
Subía agitada la pasarela, bajaba empolvada, con la ciudad encima.

***

La ventana electrónica brillaba, traía el sol,  naranja que vestía las piedras.
Tres arcos, cuatro columnas, perfectas, pulidas, inmóviles. En medio algo se agitaba: ¿una columna, o dos? 
Bajo el arco central una columna se tejía ¿salomónica?, bailaba con la luz, giraba sobre sí, el capitel se mecía, se inclinaba bajo la clave, redibujaba la curva.

¿Es una columna, o magma hirviente? entre los arcos la columna se balancea,  sostiene apenas  mi mirada.
El magma se desliza lento, de la clave al fuste, destella fuego, refleja bronce, simula oro fundido, se ondula, derrite, en medio...un borbollón, dos, algo pulsa en su interior, un sitar y un bansuri acompañan su cadencia.

No eres de piedra, ni de magma ardiente, Sansón herético, brazos ondeantes.No vas a derrumbarlo todo y no yacerás bajo el templo.Ya seremos.

Invocas a los dioses o eres uno.

Dos serpientes se entrelazan: tus piernas, no era salomónica la columna, no, sueño de un lago en Bombay.

La organza roza la cadera y tu torso se entrega a la luz, eres una columna, una mirada de fuego, un vientre de lava, lava que se derrite y cae, magma que hierve y salta, en el medio se integran y una gota: tal vez tu ombligo, engarza la columna, que completa, se ondula y vibra más violenta.


***
Yo, polvo encima, cielo sin naranja, qué puedo saber de lavas que bailan.
Me reclino apenas, o pendulo, con los bronces. 
Yo, carnaval frío; mojado, fiesta y granizo.
Vuelvo los ojos, ciudad abajo, columna mental, sostén de la nada.
Quédate donde perteneces.
                                                                       ***  

Tú, veintidós lenguas,cascabel, subcontinente.
Halo de canela, ciclón, cadena, monzón.  
Ojos de sol,
Yo tonta.
Barbilla baja y labios separados, 
yo montaña, apenas te intuyo.
             


El paraíso es una sala hipóstila, o en su defecto una curva lumbar.


*Poesía erótica sánscrita
http://aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/31570/1/24-080-1989-0469.pdf

Nueve

Uno de nueve

Te entregabas a la cumbia por entonces, más por renegado que por tener el ritmo en el cuerpo, te devolvimos al funk donde pertenecías, te vimos moverte como pez en el aceite con los huayños peruanos.

Todo parecía un viaje, un trip extremo, siempre acelerado, siempre dramático. Te sacudimos en las gradas buscando una emoción, te sacudieron después los celos; las palabras, verdes y burbujeantes salieron destrozándote la boca. Te tomó tiempo regenerar el par de pétalos que tenías por labios, mientras sucedía, se agitaban al sol otros gérmenes buscando emerger y abrirse en tu piel. Le dimos humedad al sembradío.

San Pedro, Landaeta, Plaza El Cóndor, si las calles hablaran dirían no me asfaltes, poco les importamos nosotros, inmersos como estuvimos en el simulacro del amor.

Nueve de nueve


El rock n roll, inicio y fin, nos unía una cinta de cassette, un compilado Liverpool, una rareza de La Máquina, unas  notas robadas en Sucre.

Nos separaban las cosas que no dije en 10 años y las que no hiciste en ese mismo tiempo, el mundo se entendía apenas como una discreta banda sonora, flotamos entre esferas de gelatina y queso, la realidad que todo lo derrite nos puso a caminar sobre agua hirviente.

Ir y venir(se), caminar y encontrar(se), no había fin, y no lo hubo, no fue amor porque faltó el manual, no fue boda porque no concebí el futuro.

Centro y Villa, umbral y ventana, todos los rincones, todas las contorsiones, todo lo recorrimos, pero el mundo no es tan grande y se agota, la cinta se rompe, el sonido se opaca.
Cuando me extraño a mí misma te canto, pero la banda sonora de la vida hoy es más fuerte, no hay manera de rebobinar.

Seis de nueve


Sonreías como un  animalillo en la oscuridad, un cascabeleo ronco con eco de caverna. Me atemorizaban tus ojos de largas sombras, tu piel gris,  mate y tibia. Siempre vibrabas.

Te conmovía la cruz y te sacudía una historia rocambolesca de genes y arcones familiares, te perseguían la muerte y la vida que acababas de dar. Un arpón escapado de entre mis costillas o una flecha nacida en mi dedo meñique nos habían puesto tan cerca.

La atmósfera nacía entre tus dientes, siempre cálida oscura y envolvente, siempre tan lluvioso tú, siempre tan brumoso.

Movías las piedras al mirarlas, moldeabas el acero. La barbilla afilada y la barba suave, cierto aire de guerrero moro, las puntas de tus dedos, esferas, proyectiles, me sacudías  como a las piedras.
Te di un beso en el foyer del cine, fuimos el film.
Corrimos cuesta arriba, contamos las luces, unimos las gotas de rocío, bebimos la niebla, esperaste.
Esperé, una ráfaga antimotines me paralizó la cintura. Los guijarros bajo nuestra sombra intentaban una canción vieja,  la repetían con esfuerzo, nos congelamos  frente a un abismo de luces, a tus pies la vorágine; a tus cabellos, la escarcha.

Susurraste un bolero a medianoche, abrí los ojos y las sombras largas fueron mías. Me eché a correr.

jueves, 7 de agosto de 2014

La noche de las cráneos rojos, (habíamos decidido no morir).

Cierro la puerta de casa e invariablemente mi mamá sale por la ventana del primer piso y lanza un algo imaginario hacia mí, yo le sonrío siempre y me voy con cuidado de no resbalar en la esquina pulida inacertadamente en un barrio que es casi un resbalín. Sonrío porque mi mamá me lanza un rayo protector, una onda metafísica que no logro entender del todo pero que se traduce en una acción que logro comprender dolorosamente y es la incertidumbre.

Sonrío porque pienso que muy cerca de allí una piedra manzana me abrió la rodilla cuando caí en la calzada. Había salido sonriente, feliz, pero con algo de retraso, caí, como otras veces, pero no caí como las otras veces porque esta vez teñí de rojo el empedrado. Tras caer y caer uno tiene cierta maña, cae con gracia y se levanta triunfante, esta vez no. Doce puntos, drenaje, hospital, rabieta.
Muletas, pastillas,radiografía.Idas y venidas al hospital, aguja, hilo, y médicos de manos frías, caras de urgencia, caras cortadas, piernas cercenadas, suicidas, alcohólicos.
Emergencias que se atienden en dos horas. Consuela el paseo en silla de ruedas, rodé y rodé por jardines y pasillos.

Sonrío frente a la buena fe de mi mamá, porque ridícula como soy siempre pienso en qué irónico sería darme vuelta para recibir el rayo violeta, resbalar en la esquina, partirme la cabeza.

Sonrío porque me abrí la rodilla antes del rayo, y no he vuelto a ver una asalto desde su aparición, no me han robado, no he tenido que huir  de un taxista sospechoso, no me he roto nada y casi siempre he tenido dinero para el taxi a casa y cuando no, he tenido quien me lleve , no he vuelto a dormirme en el minibús y que me lleve de ida y vuelta, no he vuelto a verte con la cara hinchada ni he limpiado tus  heridas sangrantes desde entonces, no te he visto en emergencias desnudo y entubado al amanecer, con los ojos muy abiertos sin entender nada, acusado de suicida y llamdo rata: sangrando, no te has perdido un par de días, no has deambulado esa sonrisa triste por la ciudad de mañana, ni he dejado el trabajo para buscarte y escucharte cantar ritmos del sur. No hemos pasado juntos otro agosto de viento, lágrimas y sábanas revueltas, estoy protegida. (?)

Siempre he creído que mi buen juicio me protege, pero más que otra cosa creo que mi buen juicio protege a la gente al rededor de preocupaciones innecesarias.

He querido creer que inculcarte buen juicio puede protegerte pero es sólo buena fe, como el rayo violeta pero vestido de racionalidad, mi atuendo favorito para afrontar el sinsentido de la vida.

Sonrío porque quisiera decirte no pasa nada, o pasa todo, como el viento. Pero no se puede.
Le sonrío a mamá porque salvando las distancias quiero creer que la entiendo. Entiendo que no se puede cuidar los cráneos de todos, con suerte el propio, que algunos se romperán y otros dejarán de tener algo que proteger dentro en algún momento, que las mentes que acogen se confundirán y se sentirán perdidas en un punto o en muchos puntos. Muchos puntos se coserán sobre las pieles y muchos otros se pondrán al final de las cartas, las cartas estarán echadas, como tú en la camilla del hospital, como yo llenando crucigramas sin poder dormir, como ella sangrando inconsciente, las cartas estarán echadas, como la suerte, a veces sin conciencia. Mientras, alguien ordena que corten la cabeza de éste o de áquel.

No hay rayo que todo lo cubra excepto la incertidumbre, no hay rayo que detenga el tubo, el puño, el puntapié, la piedra, el misil o la quijada de burro, siendo optimista, cosa que no soy, el rayo nos reconfortará ante la impotencia.

Mi airecillo suicida podría hacerme parecer mas vulnerable, tu aliento de ron y singani podría hacerte parecer lo mismo, pero al final será igual, en algún punto, el punto que une las pieles inconexas y aproxima nuestra carne cerrando heridas, saltaremos de nuevo hacia la vida, mientras podamos.

Alguna frase diré, por no quedarme sin decir nada, te diré que te cuides, diré que me cuidaré, pasaré el día dormida y la noche mirando destellos en la copa con forma de cráneo, limpiaré la mesita de luz, te escribiré y me responderás... frases largas muy largas, me recordarás mi frase favorita, una de los cuatro absolutos: Un día a la vez, dirás, hundía a la vez, jugaré. Este día decidamos no morir, esta noche no muramos.





Mientras escribía esto pensaba en un remix de cumbia y en un cuento de Alejo Carpentier hecho canción: Marcha atrás.





lunes, 10 de febrero de 2014

Palabra y cuerpo.


De tanto pensar(te), detento tu presencia, intento ejercer cierto poder sobre tí pero no te puedo alcanzar mas que con un adjetivo, acariciar  un par de palabras que evocas, acariciar por turnos una g, una x, una m imaginarias que una máquina de escribir igual de intangible golpetea en mi cabeza. Siempre he pensado que la máquina de escribir es un ave hambrienta.
Ávida de verte, divago un poco, paso los dedos en el teclado de plástico, pienso en teclados de Taiwan, bailo un poco, recreo tu piel, recreo, recrear, recrearse, me divierto un poco y te traigo a mi lado en forma de un texto inacabado que imita tus movimientos erráticos, tu sonrisa resignada y esas voces  agudas que usas para coquetear.
Un poco de licor podría ayudarme pero no me gusta el licor, podría decirte que vengas y entretenerme con las luces y sombras sobre  tu piel descuidadamente dejada a mis ojos. Descuidadamente… cuando te vea todas las letras caerán como agua desde mi cabeza y armarán una túnica suave y vaporosa, móvil como mil hormigas caminando sobre curvas y pliegues,  formarán todas las posibilidades de palabras, las que conocemos y las que no existen más que en tu superficie, se detendrá con calma el hormigueo y tampoco podré tocarte, detenerme en una palabra o inventar las que sean necesarias. Intimidad/Intimidar, me intimida un poco tu elocuencia epidérmica.

...verte llegar...


Se armarán músculos y piel, gotas diminutas, un planeta completo, deberé deambular  ya sin palabras, renuncio a declararme observadora absorta, voyeuse, y me declaro vagabunda, deambuladora, saunterer/sauntereuse(¿?)  Tierra Santa la de tu piel, el hormigueo de un ejército de letras se detiene. Impelidos por el deseo labios, lengua (órganos fonadores)  iniciarán una nueva batalla, la conquista de la palabra, algún sonido ahogado emitiremos. Algunas palabras fluirán.

(no podrán mal juzgar a mis labios por acercarse en pos de algunas palabras nuevas)

*****

 Yo quería escribir sobre la ciudad, sobre caminar, olfatear, contemplar, descubrir correr, sobre parkour, scouting técnico, Thoreau, Herbert, método natural, pero me has distraído de nuevo, tú,territorio nuevo. En lugar de planeta puede que seas una ciudad sinuosa, una ciudad con neblina, y así diré (forzadamente) que mi texto habla de deslizarse sensualmente por las calles, por los senderos sin salida por las paredes que se entregan al grafitti, por los dedos que palpan paredes, y los pies que barro, asfalto, concreto, piedra de por medio acarician el suelo urbano, diré que buscaba un discurso nuevo sobre la ciudad, ciudad bailada, humedecida, arrastrada.

El desplazamiento urbano, la movilidad, el placer de habitar,de moverse, y de vivir en la ciudad quedan  pendientes, penden rítmicamente.



miércoles, 18 de diciembre de 2013

La elegancia de la cicatriz


Miremos sus manos, su abdomen, sus pies, en medio del camino que trazan sus ojos entre estos dos extremos está todo su cuerpo en el que posiblemente tenga cicatrices, la primera de todas: el ombligo.Si no hay un espejo cerca podemos intentar recordar su rostro, y tal vez allí también tenga algunas, varicela tal vez.

¿Le da varicela a las ciudades?


Las ciudades sufren “crecimiento” y así, como púberes humanos sus cuerpos se elongan y aparecen  formas, palpitaciones y reacciones desconocidas, ¿en qué momento sucede? Difícil de definir, alguien dirá cifras: 100.000 habitantes (cita requerida*), alguien dirá densidades, otros calidad urbana.  Nunca he podido definirlo, cuando conocí a mi ciudad andaba en ello, y probablemente le tome algunos años más. Confío que loco como está todo, este desarrollo lo haga  a su manera y abandone a los héroes de su infancia pero tal vez soy demasiado optimista.

Has sido una ciudad traviesa, ¿who´s your daddy?

Muchos modelos y pocos padres, quisiera echarle la culpa a Don Alonso o a don Emilio, pero más bien has sido una ciudad que “se hizo a sí misma”. Te han avergonzado las humedades que te han dado vida, has sido una niña mojigata. Haz jugado con tranvías y trenes. Te han dejado y te han tatuado sus senderos, han recorrido tu piel y han descubierto y propiciado el despertar de tus sentidos.
¿Qué cicatrices nos quedan?
De vez en cuando alzamos la mirada sin comprender, por allí unos carretes de porcelana sin uso, unos soportes de metal forjado, las cicatrices de la elegante llegada de la electricidad, un lujo y un alegría que dejó sin trabajo a los guardianes que encendían y apagaban lámparas de aceite .
La electricidad ya no te parece elegante, pasa rauda, indiferente entre las calles, enredando todo, cortando fotos, cúpulas y obeliscos. Corte de luz. Brillando intermitente 24 horas en alguna esquina, vistiéndose de rojo amarillo y verde en un intento no patriótico, si no racional de orden, sin éxito desde luego, es parte de la adolescencia, tranquila… cuando seas grande…
La electricidad, ahora te gusta decir que hay que ahorrarla, la incandescencia te parece un desperdicio que debe reservarse a las fiestas de diciembre. Es un arranque de snobismo no más, en el fondo te gusta derrochar y lo sabes. Es un arranque de "salvemos al mundo de mí misma", es un poco la culpa de crecer. De tener que tener una opinión, no poder repetir el discurso de tu padre, que no existe, de tu madre, que no conocemos, si no las tendencias, lo que dicen los amiguitos mayores o de tu misma edad, la revista, el catálogo de mobiliario urbano,veremos si  progresas en ello querida y te comprometes de verdad.
¿Dejarás la ducha la secadora, la plancha, la lavadora, la frazada eléctrica, el video juego, la PC, los sistemas de banco, el equipo de diálisis, la ducha?… dirás que harás uso “racional”. Dirás porque te gusta  exclamar, afirmar, gritar, ser contundente en tus declaraciones.
Digamos lo que sea, mientras tanto entre tus calles, seguirán las cicatrices, los faroles, los cables que ya no se usan, la corriente 110, la nostalgia al fin, de algo que amaste pero que al fin se volvió una necesidad y no un placer.
Los placeres pueden dejar cicatrices sí, y las cicatrices nos obligan a olvidar otros, arañar tu pierna por ejemplo, ya no es posible porque la cicatriz dice que no.
La cicatriz del tranvía, del tren, ahora del gas, del agua que corre debajo, de tus venas inyectadas, de tus cerros mutilados, la cicatriz, en fin, de ti misma que ya no serás, que eres. La acupuntura, el pilotaje, el muro de contención, la cortina drenante,  el paisajismo naiv que es tu peinado de niña, colitas que serán dos trenzas, los implantes.
Ya te quiero ver cuando crezcas, ciudad niña, obnubilada por ser grande, ya te quisiera ver,  aunque no pueda, porque tus tiempos no son los míos. 
Corre loca loca, ponte los implantes, píntate la cara, desoye a los otros, araña los límites, tambalea... ... expándete y contráete, resbala, entrégate, vive, hazlo todo pero déjate la cicatriz.

Hazlo todo como yo no tengo valor de hacer y como fracaso al intentar escribir de tí : ciudad, porque aunque prometo no hacerlo, inevitablemente hablo de mí , mirando no en mi ombligo, si no debajo, donde empieza mi propia cicatriz.




Con la mente en esto escuchemos Tu cicatriz en mí
(*evidentemente requiero no una, si no varias citas)


lunes, 11 de noviembre de 2013

Déjà vu , déjà oublié. Olvidando las ciudades que no hemos vivido.

Armando Silva llamó ciudades imaginadas a su estudio sobre los imaginarios urbanos en ciudades iberoamericanas. Antes de leer la serie y dispersa como soy, el título nada más  me llevó a recordar y ficcionar sobre miles de cosas. Volví un poco en el tiempo y recordé mis especulaciones sobre las ciudades que no había conocido, mis cartas de amor desde ciudades que imaginaba para ti y mis decisiones irracionalmente tomadas en/de y sobre la vida de las cuales tontamente me enorgullezco.

Támesis

Los ríos me habían causado fascinación desde siempre, nunca pude entender como una ciudad podía negar su origen, creo que ahora lo entiendo y no me agrada. Fascinada por las ciudades y sus ríos y digna fanática de la british invation, me lancé a escribirte una carta desde una imaginaria Londres hace unos 10 años, no elegí Liverpool porque las ideas de puerto que tenía no me resultaban del todo atractivas y en cambio la Londres de mi mente tenía más íconos texturas y recuerdos que concordaban extrañamente con lo que quería imaginar .
Ilustrada con una hoja seca tomada de mi camino diario por Miraflores tomé la página en blanco, un grafo 0.1, me apoyé melancólicamente en la baranda del Támesis, y comencé a escribirte, me agradaba el sonido del nombre, sabía que la pronunciación inglesa sería diferente y  se me antojó pensar que sería más fluvial, mas líquida. Lo fue, Thames sonaba un poco como una ola. Escribí sobre el Big Ben y pensé que London era un poco el repicar de la torre: Lon-Don, Lon-don, lon,don y se hacía de noche.
Te escribí  desde la baranda pensando en  Westminster Abbey, apoyada en el fierro forjado en una postura poco natural porque posaba para ti y quería capturar cierto aire inglés que más bien era bruma, te imaginé donde no estabas y te llevé a pasear por lugares comunes en una doble evasión a tu presencia.
 Te escribí desde donde podía tomarte de la mano, mientras imaginaba que respiraba en otra ciudad y desde allí, desde la niebla, te extrañaba.

París

Desperté soñando que volvía a París, nunca había estado en París, debía volver a París. O al menos eso creí esa mañana, y te extrañé de nuevo, y te extrañé de verdad, porque ahora no estabas ni en la Londres de mi mente, ni a un estirar de brazo de distancia.
Pensé que no conocía París, no podía imaginar la Seine, ni un paseo en bateaux-mouche, la idea de un río como un ente femenino me resultaba extraña, amaba los ríos y mi romance con ellos era posible en mi mente cuando eran ellos, un romance sáfico no era atractivo para mí en ese momento.
Pensé que debía ser más fácil, conocer el idioma de un lugar debía acercarte a él, pero tal vez era lo opuesto, no tal vez, era así, porque cuanto más conocía mas difícil me era simplificar, no podía tejer París no podía reducirla, se mezclaban en mi cabeza el barrio latino, las lecturas educativas de Promenades dans Paris, las escenas de París Je t’aime, los recuerdos de viaje de los amigos, las descripciones de las novelas del siglo pasado y el mapa de París de los años 40; las noticias en los barrios de inmigrantes, las canciones, los exámenes, Notre Damme, el TGV. Todo a grande vitesse.
Cuanta más información tenía, más difícil me era armar el escenario, me quedé al fin con la idea de un corto, La vieille damme et les pigeons. Me refugié en una historia en dibujo porque no soporté mi incapacidad para armar una ciudad en mi mente o no soporté la idea de que de verdad no estabas. No te escribí nada.
Ya no quise volver a París.

La Paz



Más verde, menos verde. Los recuerdos de mis doce años robando flores por los jardines vecinos, en columpio gritando groserías cada vez que cruzábamos miradas, el colegio a diez metros de distancia, la iglesia a veinticinco, las flores, el jardín; las flores, mi abuela; las flores, el camino secreto; las flores, mi delantal roto; las flores, las gradas, mi primer beso negado, las flores. Mis padres de la mano.Las flores.
Un paseo veloz por los viejos jardines que ya no están, por la casa del jardín secreto que salió en esa película, el fantasma de los jardines que se van, mis padres caminando de espaldas a mí mientras los sigo lentamente, nuestros  ritmos son diferentes.
La ciudad ya no es mía y debo construir otra, otra con jardines donde estés a una distancia razonable de distancia, donde hayan atardeceres rosa y serranías de cacao, de café con leche, de ladrillo, de niños que roban flores, de calles empedradas y abuelas que cultivan rosas.
Extraño La Paz como te extrañaba en Londres, porque está al alcance de mis manos pero tengo la certeza de que no es para siempre. No puedo imaginar la ciudad como no puedo imaginar París, me excede. Cualquier párrafo o más bien todos los párrafos que pudieran escribirse me parecen insuficientes, sesgados, finalmente miserables frente a todo lo que sé, lo que no sé y lo que con certeza no voy a saber de este pedazo de mundo.
La historia, el censo, la ciudad, las dos ciudades, las tres ciudades, la plaza de toros, mi tesis, el pavimento, el estudio Técnico Económico Social y Ambiental, las flores, las aves, los parásitos, los ríos, las corrientes, las piedras esculpidas por el agua.


Esta ciudad me ha invadido y me sobrecoge.