Ucronía agónica.
Me doblo para ajustarme las sandalias,
primero las sandalias, luego el resto de la ropa, pienso; ya es tarde para la
fiesta, al incorporarme veo la cicatriz, una de ellas. La veo, digo, pero no es
completamente sincero, veo el reflejo en el espejo.
Tendría 12 años ahora, la edad en que cambié
de casa la primera vez, ojos miel posiblemente, nariz pequeña y muchas pecas,
piel, no sé qué color de piel, cabello lacio, supongo; castaño si dominaban mis
genes, negro si los suyos, no sé cómo le habríamos llamado, por ahora no lo
llamo, cuando pienso en quien no llegó a ser se dibuja una palabra en mi cabeza
y simultáneamente se oye mi voz como alter ego, diciéndola bajito, no mi voz
del todo, el recuerdo de mi voz, el recuerdo de mi voz de hace 12 años.
Pensé que tendrías ojos miel, no lo pensé
mucho, tampoco, no sé si abriste los ojos alguna vez, por eso los nombro en
ausencia de una imagen tuya, ah, te estoy hablando de nuevo, como si hubieras
oído antes mi voz, como si hubieran
existido mis palabras para ti.
Todas las posibilidades enterradas y
deslizadas al este de este intento de ciudad, todas esas posibilidades se habrán
ido, en una volqueta, en dos; los huesos, como migajas de existencia se habrán
desperdigado, de ti: una ramita de hierba, unos terroncitos, como una semilla
infértil te habrás entregado hace tanto a la tierra, como una pequeña nuez, una
nuez con un par de ojitos de miel, los ojitos cerrados, no te habrás asustado,
dime que no, que ya te habías hecho invisible, que no te asustó la luz que
nunca antes viste.
Así invisible, como siempre has sido para
mí, habrás viajado, te habrás dejado ir, habrás abrazado otras vidas, otros
huesos, otras semillas dormidas, de otros tiempos y de otras profundidades.
Tú, apenas cubierto, casi en la superficie,
la hierba salvaje habrá sido tu mantita, habrás jugado enredándote tal vez,
entre las raíces de pasto salvaje, fresco y acariciado por las lluvias de
diciembre habrás dormido alguna noche, todas habrán sido noches; en junio, el sol
habrá rendido a la hierba, debiste extrañar las lágrimas que la tierra
entibiaba para tí, habrás compadecido las que cubrían a tus vecinos; perfumado de
polvo de flores ajenas, floreciendo tal
vez en un arbustito de tarhui; le habrás dado antes de irte, tus manitos a una flor
violeta, habrán volado tus sueños de nuez en las semillas de un diente de león,
tus pestañas habrán sido una retama abriéndose. Algún insecto te habrá hecho
cosquillas, en tus deditos de flor alguna mariposa habrá hecho su capullo,
sobre tu manta de chi’iji habrán saltado parejas de pajaritos color saquillo,
buscando semillitas, te habrán hecho cosquillas con sus patitas, habrás querido
reír o alzar tus manitas.
Yo te hubiera cantado, para dormir, un
viejo rock n roll, una fantasía de jovencita snob, ha sido mejor así, la tierra
con su vientre infinito te ha debido bastar para renacer en otras vidas, en
otros sueños, cansado de jugar bajo la manta te habrás entregado, la tierra te
ha debido abrazar y sumergir en sí para que puedas abrir los ojos, en forma de
vainita de tarhui, en forma de manzanilla, para dormir te habrá cantado primero
en aymara, luego en quechua, un canto mineral, un canto acuoso, un canto que
conocen los insectos, se habrá mecido para ti la tierra, te habrá susurrado,
siseado, silbado, rugido, te habrá mostrado el bailecito del viento que
amenazaba llevarse su mantita. Sumergido, dormido, la tierra te habrá llorado
feliz y triste, sobria y borracha, en
esas lágrimas te habrás evaporado un poco, te habrás hecho clorofila y habrás
subido a volverte un trébol, una quirquiña. O habrá subido tu humedad sólo a
llover, a elevarse para sentir la ciudad que nunca viste, la ciudad que desde
abajo, desde las rocas te ha llamado a ser ella misma.
Te habrá dejado ser otras vidas la tierra…te
habrá dejado ser su piel, sus ejércitos diminutos, sus sacudones destructivos,
o te habrá elevado hecho musgo. No has debido asustarte cuando tembló todo, no
has debido estar siquiera en esa tierra, no te ha debido asustar el lento
deslizarse de las vidas urbanas, de sus techos y de sus ladrillos, del asfalto
agrietado, bajo las lápidas no han debido haber más que nuestras culpas
queriendo abrazar huesos ausentes, las
memorias interrumpidas y las carnes dormidas, hechas polvo, humedad, hormigas
ya debieron revivir lejos, las mil vidas de ustedes.
Miro la ventana, y ya no estás, te habrás
hundido, habrás volado. No debiste extrañar las flores que no llevé ni las
coronas de plástico que no puse sobre la tierra movida, no cruz, no lápida, no
fechas, no tienes fecha, ni nombre pronunciado, ni un parpadeo para mí.
Te habrá absorbido al tierra y hecho
riachuelo, te habrá abrazado en un espasmo y te habrá llevado al fondo, te
habrá diseminado y hecho infinito.
Se ha hecho tarde, y me quito las
sandalias, me alisto para dormir, con más entusiasmo que para la fiesta, mando
un mensaje, ignoro unas llamadas, repito disculpas, sonrío, lagrimeo, me seco
la cara con la manga de la bata, miro la ventana, vuela una bolsa, toda la
ciudad resplandece en puntos, no hay noche aquí como tus noches, tus noches que
lo contenías todo, hasta tus ganas de luz.
No te has debido asustar.