Miremos sus manos, su abdomen, sus pies, en medio del camino
que trazan sus ojos entre estos dos extremos está todo su cuerpo en el que
posiblemente tenga cicatrices, la primera de todas: el ombligo.Si no hay un espejo cerca podemos intentar recordar su rostro, y tal vez allí también
tenga algunas, varicela tal vez.
¿Le da varicela a las ciudades?
Las ciudades sufren “crecimiento” y así, como púberes humanos
sus cuerpos se elongan y aparecen formas, palpitaciones y reacciones desconocidas,
¿en qué momento sucede? Difícil de definir, alguien dirá cifras: 100.000 habitantes
(cita requerida*), alguien dirá densidades, otros calidad urbana. Nunca he podido definirlo, cuando conocí a mi
ciudad andaba en ello, y probablemente le tome algunos años más. Confío que
loco como está todo, este desarrollo lo haga
a su manera y abandone a los héroes de su infancia pero tal vez soy
demasiado optimista.
Has sido una ciudad traviesa, ¿who´s your daddy?
Muchos modelos y pocos padres, quisiera echarle la culpa a Don
Alonso o a don Emilio, pero más bien has sido una ciudad que “se hizo a sí
misma”. Te han avergonzado las humedades que te han dado vida, has sido una
niña mojigata. Haz jugado con tranvías y trenes. Te han dejado y te han tatuado
sus senderos, han recorrido tu piel y han descubierto y propiciado el despertar
de tus sentidos.
¿Qué cicatrices nos quedan?
De vez en cuando alzamos la mirada sin comprender, por allí
unos carretes de porcelana sin uso, unos soportes de metal forjado, las
cicatrices de la elegante llegada de la electricidad, un lujo y un alegría que
dejó sin trabajo a los guardianes que encendían y apagaban lámparas de aceite .
La electricidad ya no te parece elegante, pasa rauda, indiferente
entre las calles, enredando todo, cortando fotos, cúpulas y obeliscos. Corte de
luz. Brillando intermitente 24 horas en alguna esquina, vistiéndose de rojo
amarillo y verde en un intento no patriótico, si no racional de orden, sin
éxito desde luego, es parte de la adolescencia, tranquila… cuando seas grande…
La electricidad, ahora te gusta decir que hay que ahorrarla,
la incandescencia te parece un desperdicio que debe reservarse a las fiestas de
diciembre. Es un arranque de snobismo no más, en el fondo te gusta derrochar y
lo sabes. Es un arranque de "salvemos al mundo de mí misma", es un poco la culpa
de crecer. De tener que tener una opinión, no poder repetir el discurso de tu
padre, que no existe, de tu madre, que no conocemos, si no las tendencias, lo
que dicen los amiguitos mayores o de tu misma edad, la revista, el catálogo de mobiliario urbano,veremos si progresas en ello querida y te comprometes de
verdad.
¿Dejarás la ducha la secadora, la plancha, la lavadora, la frazada
eléctrica, el video juego, la PC, los sistemas de banco, el equipo de diálisis,
la ducha?… dirás que harás uso “racional”. Dirás porque te gusta exclamar, afirmar, gritar, ser contundente en tus
declaraciones.
Digamos lo que sea, mientras tanto entre tus calles, seguirán
las cicatrices, los faroles, los cables que ya no se usan, la corriente 110, la
nostalgia al fin, de algo que amaste pero que al fin se volvió una necesidad y
no un placer.
Los placeres pueden dejar cicatrices sí, y las cicatrices nos
obligan a olvidar otros, arañar tu pierna por ejemplo, ya no es posible porque
la cicatriz dice que no.
La cicatriz del tranvía, del tren, ahora del gas, del agua
que corre debajo, de tus venas inyectadas, de tus cerros mutilados, la
cicatriz, en fin, de ti misma que ya no serás, que eres. La acupuntura, el
pilotaje, el muro de contención, la cortina drenante, el paisajismo naiv que es tu peinado de niña, colitas que serán dos trenzas, los implantes.
Ya te quiero ver cuando crezcas, ciudad niña, obnubilada por ser grande, ya te quisiera ver, aunque no
pueda, porque tus tiempos no son los míos.
Corre loca loca, ponte los
implantes, píntate la cara, desoye a los otros, araña los límites, tambalea... ... expándete
y contráete, resbala, entrégate, vive, hazlo todo pero déjate la cicatriz.
Hazlo todo como yo no tengo valor de hacer y como fracaso al
intentar escribir de tí : ciudad, porque aunque prometo no hacerlo, inevitablemente hablo de mí , mirando no en mi ombligo, si no debajo, donde empieza mi propia cicatriz.
(*evidentemente requiero no una, si no varias citas)